Kofi Annan era las Naciones Unidas
Pocas personas de nuestra época han tenido su capacidad de unir a las personas, hacer que se sintieran cómodas y que unieran sus esfuerzos para perseguir un objetivo compartido
20 de Septiembre de 2018
Por António Guterres*
Quedé conmocionado por la noticia de la muerte del secretario general de las Naciones Unidas Kofi Annan y, desde entonces, he estado reflexionando sobre qué es lo que lo hacía tan especial.
En mi opinión es muy sencillo: Kofi Annan era único y, a la vez, uno de nosotros.
Era un líder mundial excepcional y, al mismo tiempo, alguien con quien, prácticamente, cualquier persona del mundo podría identificarse: quienes viven inmersos en la pobreza, el conflicto y la desesperación encontraban en él un aliado, los funcionarios de las Naciones Unidas que comenzaban su carrera seguían sus pasos, los jóvenes a quienes dijo hasta el último momento “recordad siempre que nunca se es demasiado joven para liderar ni demasiado viejo para aprender”.
Pocas personas de nuestra época han tenido la capacidad de Kofi Annan de unir a las personas, hacer que se sintieran cómodas y que unieran sus esfuerzos para perseguir un objetivo compartido en aras de nuestra humanidad común.
Dicen que el arte de la diplomacia consiste en no decir nada, sobre todo cuando estás hablando.
Kofi Annan lo decía todo, incluso sin decir una palabra. Esa capacidad provenía de la dignidad, la convicción moral y la humanidad que tenía tan arraigada.
Tenía una voz suave, esa entonación que hacía sonreír y pensar en música. Sin embargo, sus palabras eran duras y sabias. Y a veces, cuanto más grave era la situación, más grave se tornaba esa voz.
Teníamos que acercarnos para escuchar. El mundo entero prestaba atención. Y como recompensa recibíamos su sabiduría.
Kofi Annan era valiente, decía la verdad a los poderosos y, al mismo tiempo, se sometía a un estricto autoescrutinio. Al igual que su predecesor en el cargo de secretario general, Dag Hammarskjold, tenía un concepto casi místico de la función de las Naciones Unidas como una fuerza de bien en un mundo plagado de males.
Por todo ello, acumuló un brillante historial de logros.
Impulsó nuevas ideas e iniciativas, como los Objetivos de Desarrollo del Milenio y las reformas históricas recogidas en su informe Un concepto más amplio de la libertad.
Abrió las puertas de las Naciones Unidas para acercar la Organización a los pueblos del mundo e involucrar a nuevos aliados en la protección del medio ambiente, la defensa de los derechos humanos y la lucha contra el VIH/sida y otras enfermedades mortales.
Kofi Annan era las Naciones Unidas y las Naciones Unidas eran Kofi Annan.
También era buen amigo mío. En muchos sentidos recorrimos la vida juntos.
Cuando el pueblo de Timor-Leste trataba de conseguir la libre determinación, trabajamos juntos –él desde las Naciones Unidas y yo como primer ministro de Portugal– para contribuir a resolver pacíficamente la difícil situación de los timorenses.
Cuando la Oficina de las Naciones Unidas para los Refugiados necesitó un nuevo responsable, Kofi me honró con su confianza al pedirme que ocupara ese puesto y siempre pude contar con su apoyo inquebrantable para proteger y dar cobijo a los más vulnerables de los vulnerables.
Ahora que ocupo el cargo que antes ocupó Kofi, encuentro en su integridad, dinamismo y entrega una fuente de continua inspiración.
Para él, el peor veneno del mundo era la indiferencia.
Incluso, una vez concluido su mandato de secretario general, nunca dejó de luchar en la primera línea de la diplomacia.
Ayudó a relajar las tensiones postelectorales en Kenia, hizo todo lo que pudo para encontrar una solución política a la brutal guerra de Siria y trazó el camino para hacer valer los derechos del pueblo rohinyá de Myanmar y buscar justicia.
Kofi tendió puentes entre varios mundos, el norte y el sur, oriente y occidente. Pero fueron su identidad y sus raíces africanas las que le brindaron su referencia más firme.
El gran Nelson Mandela, acostumbrado a que lo llamaran Madiba, empleaba un apodo para Kofi: “Mi líder”. No era broma, Kofi también era nuestro líder.
Lo recordaré con el aspecto de la última vez que lo vi en las Naciones Unidas, no hace mucho: tranquilo, pero resuelto, dispuesto a reír, pero siempre cargado de la gravedad de nuestra labor.
Ya se ha ido y lo extrañaremos muchísimo. Pero estoy convencido de que, si seguimos prestando atención, escucharemos las palabras y los sabios consejos de Kofi Annan.
“Seguid adelante”, dice. “Ya sabéis qué hacer: cuidad unos de los otros. Cuidad de nuestro planeta. Reconoced la humanidad de todas las personas. Y respaldad a las Naciones Unidas, el punto de encuentro donde, juntos, podemos resolver los problemas y construir un futuro mejor para todos”.
Sigamos haciendo caso a esa voz de buena voluntad y razón, esa voz de la moral y la solidaridad. El mundo necesita escucharla ahora más que nunca.
Al hacer frente a las dificultades que nos acechan en estos tiempos convulsos y turbulentos, busquemos como siempre inspiración en el legado de Kofi Annan y no olvidemos que seguirá dirigiéndose a nosotros, instándonos a trabajar por los objetivos a los que dedicó su vida y que, verdaderamente, mueven nuestro mundo.
*Secretario general de las Naciones Unidas.
Palabras pronunciadas en el funeral de Kofi Annan en Accra, Ghana, el 13 de septiembre de 2018.
Fuente: Excelsior.com