Discurso del Secretario General de la ONU ante la 77ª Asamblea General
En el marco de la 77ª Asamblea General de la ONU, António Guterres, Secretario General de la ONU, emitió un llamado a la Paz y un mensaje urgente para que todos los países formen alianzas para enfrentar los grandes desafíos globales como la guerra, el cambio climático y las crecientes desigualdades. A continuación, sus palabras:
“Sr. Presidente,
Excelencias,
Señoras y señores,
El mundo vive momentos sumamente difíciles.
Las divisiones se están haciendo más profundas.
Las desigualdades se están haciendo mayores.
Los retos se están extendiendo.
Pero, al reunirnos en un mundo lleno de zozobra, me viene a la mente una imagen prometedora y esperanzadora.
Este barco es el Brave Commander. El buque navegó por el Mar Negro enarbolando la bandera de las Naciones Unidas, que ondeaba orgullosamente en lo alto.
Por un lado, lo que se ve es un barco como tantos otros que surcan los mares.
Pero, hay que mirar más atentamente.
Este barco es, en esencia, un símbolo de lo que el mundo puede lograr cuando actuamos juntos.
Lleva un cargamento de cereal ucraniano destinado a los habitantes del Cuerno de África, donde millones de personas están al borde de la hambruna.
El barco atravesó una zona de guerra, guiado por las propias partes en conflicto, como parte de una iniciativa mundial sin precedentes para sacar más alimentos y fertilizante de Ucrania y Rusia.
Para llevar alivio a quienes lo necesitan de forma desesperada.
Para calmar los mercados de productos básicos, asegurar las cosechas futuras y reducir los precios a los consumidores de todo el mundo.
Ucrania y la Federación de Rusia, con el apoyo de Türkiye, se unieron en aras de este objetivo, a pesar de las enormes complejidades, de las voces críticas e incluso del infierno de la guerra.
Algunos podrán llamarlo un milagro que se produjo en el mar,
Pero, en realidad, es la diplomacia multilateral en acción.
La Iniciativa sobre la Exportación de Cereales por el Mar Negro ha abierto el camino a la navegación en condiciones de seguridad de docenas de barcos repletos de suministros alimentarios sumamente necesarios.
Pero cada barco también va cargado de uno de los productos más raros en la actualidad: va cargado de esperanza.
Excelencias,
Necesitamos esperanza y muchas otras cosas más.
Necesitamos acción.
Para aliviar la crisis alimentaria mundial, tenemos que afrontar ahora urgentemente la contracción del mercado mundial de fertilizantes.
Este año, el mundo dispone de suficientes alimentos; el problema es la distribución.
Pero si el mercado de los fertilizantes no se estabiliza, el próximo año el problema podría ser el suministro de alimentos propiamente dicho.
Ya tenemos noticias de que los agricultores de África Occidental y de otros lugares están reduciendo sus cultivos debido al precio y la disponibilidad de los fertilizantes.
Es esencial que se sigan eliminando todos los obstáculos restantes a la exportación de fertilizantes rusos y sus ingredientes, incluido el amoniaco. Esos productos no están sometidos a sanciones, y seguiremos esforzándonos para suprimir los efectos indirectos.
Otra gran preocupación es el impacto de los elevados precios del gas en la producción de fertilizantes nitrogenados. Este asunto también se tiene que abordar con rigor.
Si no se actúa ahora, la escasez mundial de fertilizantes se transformará rápidamente en una escasez mundial de alimentos.
Excelencias,
Necesitamos actuar en todos los ámbitos.
No nos hagamos ilusiones.
Navegamos aguas turbulentas.
Se avecina un invierno de descontento a escala mundial.
La crisis del costo de la vida está haciendo estragos.
La confianza se desmorona.
Las desigualdades se disparan.
Nuestro planeta está ardiendo.
La gente está sufriendo, y los más vulnerables son los que llevan la peor parte.
La Carta de las Naciones Unidas y los ideales que representa están en peligro.
Tenemos el deber de actuar.
Y, sin embargo, estamos bloqueados en una disfunción global de proporciones colosales.
La comunidad internacional no está preparada o no está dispuesta a afrontar los retos de nuestra época, que son enormes y trascendentales.
Esas crisis amenazan el futuro mismo de la humanidad y el destino de nuestro planeta.
Crisis como la guerra de Ucrania y la multiplicación de los conflictos en todo el mundo.
Crisis como la emergencia climática y la pérdida de biodiversidad.
Crisis como la grave situación financiera de los países en desarrollo y el destino de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Y crisis como la falta de salvaguardias en torno a nuevas tecnologías prometedoras para curar enfermedades, conectar a las personas y ampliar las oportunidades.
Tan solo en el tiempo transcurrido desde que soy Secretario General, se ha creado una herramienta para editar genes.
La neurotecnología, que conecta la tecnología con el sistema nervioso de los seres humanos, ha pasado de ser una idea a ser un concepto probado.
Las criptomonedas y otras tecnologías de cadenas de bloques están ampliamente extendidas.
Pero en un sinfín de nuevas tecnologías, hay multitud de señales de alarma.
Las plataformas de los medios sociales, basadas en un modelo de negocio que monetiza la indignación, la ira y la negatividad, están causando daños inenarrables a las comunidades y las sociedades.
El discurso de odio, la desinformación y los abusos, dirigidos especialmente contra las mujeres y los grupos vulnerables, están proliferando.
Nuestros datos se compran y se venden para influir en nuestro comportamiento, mientras que los sistemas de espionaje y vigilancia están fuera de control, todo ello sin el menor respeto a la intimidad.
La inteligencia artificial está amenazando la integridad de los sistemas de información, los medios de comunicación y, de hecho, la propia democracia.
La computación cuántica podría destruir la ciberseguridad y aumentar el riesgo de que se produzcan anomalías en sistemas complejos.
No tenemos ni por asomo una arquitectura global para hacer frente a cualquiera de estos retos.
Excelencias,
El progreso en esas y otras cuestiones se está viendo condicionado por las tensiones geopolíticas.
Nuestro mundo está en peligro y paralizado.
Las divisiones geopolíticas están
socavando la labor del Consejo de Seguridad,
socavando el derecho internacional,
socavando la confianza y la fe de las personas en las instituciones democráticas,
socavando todas las formas de cooperación internacional.
No podemos seguir así.
Incluso las diversas agrupaciones creadas fuera del sistema multilateral por algunos miembros de la comunidad internacional han caído en la trampa de las divisiones geopolíticas, como el G20.
En un momento dado, las relaciones internacionales parecían encaminarse hacia un mundo del G-2; ahora corremos el riesgo de terminar con el G-nada:
ni cooperación, ni diálogo, ni solución colectiva de los problemas.
Pero la realidad es que vivimos en un mundo en el que la lógica de la cooperación y el diálogo es el único camino hacia adelante.
No hay ningún poder ni ningún grupo que pueda, por sí solo, dominar la situación.
No hay ningún gran reto mundial que pueda ser resuelto por una coalición de países dispuestos a actuar.
Necesitamos una coalición del mundo.
Excelencias,
Hoy quiero señalar tres ámbitos en los que la coalición del mundo debe superar urgentemente las divisiones y actuar de consuno,
comenzando por la misión primordial de las Naciones Unidas, de alcanzar y sostener la paz.
La atención del mundo sigue centrada en gran medida en la invasión rusa de Ucrania.
La guerra ha desencadenado una destrucción generalizada, con violaciones a gran escala del derecho internacional humanitario y de los derechos humanos. Los últimos informes sobre las tumbas halladas en Izyum son extremadamente inquietantes.
Los combates se han cobrado miles de vidas, hay millones de personas desplazadas, y miles de millones de personas han resultado afectadas en todo el mundo.
Estamos viendo la amenaza de que se produzcan divisiones peligrosas entre Occidente y el Sur.
Los riesgos para la paz y la seguridad mundiales son inmensos.
Debemos seguir trabajando por la paz en consonancia con la Carta de las Naciones Unidas y el derecho internacional.
Al mismo tiempo, los conflictos y las crisis humanitarias se están propagando, a menudo sin que se les preste atención.
El déficit de financiación de nuestro Llamamiento Humanitario Mundial asciende a 32.000 millones de dólares, el mayor de la historia.
Por todas partes cunde la zozobra.
En el Afganistán, la economía está en ruinas, y más de la mitad de los afganos se enfrentan a niveles extremos de hambre, mientras se pisotean los derechos humanos, en particular los de las mujeres y las niñas.
En el Cuerno de África, una sequía sin precedentes amenaza la vida y los medios de subsistencia de 22 millones de personas.
En Etiopía, se han reanudado los combates, lo que pone de manifiesto la necesidad de que las partes cesen de inmediato las hostilidades y vuelvan a la mesa de paz.
En Haití, las bandas están destruyendo los propios pilares de la sociedad.
En el Iraq, las tensiones que se viven amenazan la estabilidad.
En Israel y Palestina, continúan los ciclos de violencia bajo la ocupación, mientras que las perspectivas de una paz basada en una solución biestatal se vuelven cada vez más remotas.
En Libia, las divisiones siguen poniendo en peligro al país.
En Myanmar, la terrible situación humanitaria, de los derechos humanos y de la seguridad se deteriora día a día.
En la República Democrática del Congo, los grupos armados de la zona oriental aterrorizan a la población civil y agudizan las tensiones regionales.
En el Sahel, los alarmantes niveles de inseguridad y actividad terrorista siguen ascendiendo en un entorno de crecientes necesidades humanitarias.
En Siria, siguen imperando la violencia y el sufrimiento.
Y la lista continúa.
Mientras tanto, los alardes de belicosidad nuclear y las amenazas a la seguridad de las centrales nucleares incrementan la inestabilidad mundial.
La conferencia de examen del Tratado sobre la No Proliferación Nuclear no logró alcanzar un consenso y el acuerdo nuclear con el Irán sigue sin materializarse.
Pero hay algunos rayos de esperanza.
En el Yemen, la tregua nacional es frágil, pero se mantiene. En Colombia, el proceso de paz está cobrando arraigo.
Se necesita mucha más acción concertada en todas partes, sustentada en el respeto del derecho internacional y la protección de los derechos humanos.
En un mundo que se fragmenta, necesitamos crear mecanismos de diálogo para salvar las divisiones.
Por esta razón, en mi informe sobre Nuestra Agenda Común, señalaba los elementos de una nueva Agenda de Paz.
Nuestro empeño es sacar el máximo partido de cada uno de los instrumentos diplomáticos para el arreglo pacífico de controversias establecidos en la Carta de las Naciones Unidas, a saber: la negociación, la investigación, la mediación, la conciliación, el arbitraje y el arreglo judicial.
Excelencias,
El liderazgo y la participación de las mujeres debe estar en primer plano.
Y también debemos priorizar la prevención y la consolidación de la paz.
Esto significa reforzar la previsión estratégica, anticiparse a los focos de violencia que puedan estallar y hacer frente a las nuevas amenazas que suponen la ciberguerra y las armas autónomas letales.
Significa asimismo ampliar el papel de los grupos regionales, reforzar el mantenimiento de la paz, intensificar el desarme y la no proliferación, prevenir y combatir el terrorismo, y garantizar la rendición de cuentas.
Y significa reconocer que los derechos humanos son piedras de toque de la prevención.
Mi Llamamiento a la acción en materia de derechos humanos destaca la centralidad de los derechos humanos, así como la de los refugiados y el derecho humanitario.
En todo lo que hacemos, debemos reconocer que los derechos humanos son el camino para resolver tensiones, poner fin a los conflictos y forjar una paz duradera.
Excelencias,
Hay otra batalla a la que debemos poner fin: nuestra guerra suicida contra la naturaleza.
La crisis climática es el problema que define nuestra época.
Debe ser la primera prioridad de todos los gobiernos y organizaciones multilaterales.
Y, sin embargo, la acción climática está siendo relegada a un segundo plano, a pesar del abrumador apoyo de la opinión pública en todo el mundo.
Las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero deben reducirse en un 45 % de aquí a 2030 a fin de que haya alguna esperanza de alcanzar el cero neto en emisiones para 2050.
Y, sin embargo, las emisiones están aumentando a niveles insólitos y llevan camino de crecer un 14 % en esta década.
Estamos abocados a un desastre climático.
Lo vi hace poco con mis propios ojos en el Pakistán, donde un tercio del país ha quedado sumergido por un monzón de una furia desmedida.
Lo estamos viendo por doquier.
El planeta Tierra es víctima de las tácticas de tierra quemada.
El año pasado nos deparó la peor ola de calor en Europa desde la Edad Media.
Megasequía en China, los Estados Unidos y otros lugares.
La hambruna que se cierne sobre el Cuerno de África.
Un millón de especies en peligro de extinción.
Ninguna región está indemne.
Y aún no hemos visto nada.
Los veranos más tórridos de hoy pueden ser los más frescos el día de mañana.
Perturbaciones climáticas que acontecen una vez en la vida se pueden convertir pronto en fenómenos que suceden una vez al año.
Y con cada desastre climático, sabemos que las mujeres y las niñas son las más afectadas.
La crisis climática es un paradigma de la injusticia moral y económica.
El G20 emite el 80 % de todas las emisiones de gases de efecto invernadero,
pero los más pobres y vulnerables, que son quienes menos han contribuido a esta crisis, están soportando sus repercusiones más brutales.
Entretanto, la industria de los combustibles fósiles está disfrutando de cientos de miles de millones de dólares en subvenciones y beneficios extraordinarios, mientras menguan los presupuestos de los hogares y nuestro planeta se quema.
Excelencias,
Digamos las cosas como son.
Nuestro mundo tiene dependencia de los combustibles fósiles. Ha llegado el momento de intervenir.
Hay que exigir responsabilidades a las empresas de combustibles fósiles y a quienes promueven sus intereses,
a saber, los bancos, los fondos de capital privado, los gestores de activos y otras instituciones financieras que siguen invirtiendo y avalando la contaminación por carbono.
Y esto incluye la ingente maquinaria de relaciones públicas que ingresa miles de millones para proteger a la industria de los combustibles fósiles del escrutinio.
Tal como hicieron con las tabacaleras hace unas décadas, los grupos de presión y los profesionales de la manipulación informativa han sembrado desinformación dañina.
Los intereses que mueven los combustibles fósiles tienen que dedicar menos tiempo a evitar un desastre de relaciones públicas y más a evitar un desastre planetario.
Por supuesto, los combustibles fósiles no se pueden suprimir de la noche a la mañana.
Una transición justa implica que no se deje atrás a ninguna persona o país.
Pero ya es hora de poner sobre aviso a los productores de combustibles fósiles, a los inversionistas y a quienes promueven esos intereses.
Quienes contaminan deben pagar.
Exhorto hoy a todas las economías desarrolladas a gravar los beneficios extraordinarios de las empresas de combustibles fósiles.
Esos fondos deberían reorientarse en dos direcciones: hacia los países que sufren pérdidas y daños causados por la crisis climática, y hacia las personas que pasan dificultades por el aumento de los precios de los alimentos y la energía.
De cara a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Clima (CP 27), que se celebrará en Egipto, hago un llamamiento a todos los líderes para que los objetivos del Acuerdo de París se hagan realidad.
Deben tener miras más ambiciosas en materia climática, escuchar las peticiones de cambio que hacen sus pueblos e invertir en soluciones que conduzcan a un crecimiento económico sostenible.
Permítanme señalar tres de esas soluciones.
En primer lugar, la energía renovable.
Esta energía genera el triple de puestos de trabajo, resulta ya más barata que los combustibles fósiles y es el camino hacia la seguridad energética, los precios estables y las nuevas industrias.
Los países en desarrollo necesitan ayuda para dar este giro, por ejemplo, mediante coaliciones internacionales que apoyen transiciones energéticas justas en las principales economías emergentes.
En segundo lugar, la ayuda a los países para que se adapten al agravamiento de las perturbaciones climáticas.
El fomento de la resiliencia en los países en desarrollo es una inversión inteligente, dado que se está invirtiendo en cadenas de suministro fiables, estabilidad regional y migración ordenada.
El año pasado en Glasgow, los países desarrollados acordaron duplicar la financiación destinada a la adaptación climática para 2025. Ese objetivo se tiene que cumplir íntegramente, como punto de partida.
Como mínimo, la adaptación debe representar la mitad de toda la financiación climática.
Los bancos multilaterales de desarrollo deben dar un paso al frente y cumplir su cometido a este respecto. Las grandes economías son sus accionistas y deben lograr que así sea.
En tercer lugar, la atención a las pérdidas y los daños ocasionados por los desastres.
Ya es hora de dejar atrás los debates interminables. Los países vulnerables necesitan acciones significativas.
Las pérdidas y los daños se están produciendo ahora, están perjudicando a las personas y a las economías ahora, y hay que acometer ese asunto ahora, empezando en la 27ª Conferencia de las Partes.
Se trata de una cuestión fundamental de justicia climática, de solidaridad internacional y de confianza.
Al mismo tiempo, debemos asegurarnos de que cada persona, comunidad y nación tenga acceso a sistemas de alerta temprana eficaces en los próximos cinco años.
También debemos abordar la crisis de la biodiversidad, haciendo que la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad de diciembre sea todo un éxito.
El mundo debe acordar un marco mundial de la diversidad biológica posterior a 2020 que establezca metas ambiciosas para frenar la pérdida de biodiversidad y recuperar el terreno perdido, proporcione una financiación adecuada y elimine las subvenciones perjudiciales que destruyen ecosistemas de los que todos nosotros dependemos.
También los insto a que redoblen sus esfuerzos para concluir un acuerdo internacional jurídicamente vinculante que permita la conservación y el uso sostenible de la diversidad biológica marina. Debemos proteger el océano en el presente y para el futuro.
Excelencias,
La crisis climática se añade a otros problemas de gran calado.
Se está produciendo una crisis mundial del costo de la vida, única en una generación, exacerbada por la guerra de Ucrania.
Unos 94 países en los que viven 1.600 millones de personas, muchos de ellos en África, se enfrentan a una tormenta perfecta: las secuelas económicas y sociales de la pandemia, el aumento vertiginoso del precio de los alimentos y la energía, la aplastante carga de la deuda, la espiral de inflación y la falta de acceso a la financiación.
Estas crisis encadenadas se alimentan mutuamente, agravando las desigualdades, creando terribles penurias, retrasando la transición energética y amenazando con un colapso financiero mundial.
El malestar social es inevitable, y el conflicto le sigue de cerca.
Las cosas no tienen por qué ser así.
Un mundo sin pobreza extrema, carencias o hambre no es un sueño imposible. Está a nuestro alcance.
Ese es el mundo que se propone en la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Pero no es el mundo que hemos elegido.
Debido a nuestras decisiones, el desarrollo sostenible está en riesgo en todas partes.
Los ODS están lanzando un SOS.
Hasta en los objetivos más fundamentales, los relativos a la pobreza, el hambre y la educación, se está retrocediendo.
Hay más gente pobre, más gente que tiene hambre, más gente a la que se niega la atención sanitaria y la educación.
La igualdad de género está en retroceso y la vida de las mujeres está empeorando, tanto en lo que respecta a la pobreza o a las opciones en materia de salud sexual y reproductiva, como en lo que respecta a su seguridad personal.
Excelencias,
Los países en desarrollo están sufriendo en todos los frentes.
Se necesita acción concertada.
Pido hoy que se ponga en marcha un plan de estímulo para los Objetivos de Desarrollo Sostenible, dirigido por el G20, que ofrezca un impulso masivo al desarrollo sostenible de los países en desarrollo.
La próxima Cumbre del G20 que se celebrará en Bali es el punto de partida adecuado.
Este plan de estímulo para los Objetivos de Desarrollo Sostenible consta de cuatro componentes:
En primer lugar, los bancos multilaterales de desarrollo -el Banco Mundial y sus interlocutores regionales- deben aumentar la financiación en condiciones favorables para los países en desarrollo vinculada a inversiones en los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Los propios bancos necesitan más financiación de inmediato.
A continuación, tienen que levantar sus condiciones para conceder préstamos y aumentar su apetito de riesgo, para que los fondos lleguen a todos los países que los necesitan.
Los países en desarrollo, especialmente los pequeños Estados insulares en desarrollo, arrostran demasiados obstáculos para acceder a la financiación que necesitan para invertir en su gente y en su futuro.
En segundo lugar, el alivio de la deuda.
La Iniciativa de Suspensión del Servicio de la Deuda debe ampliarse y fomentarse.
Necesitamos un mecanismo eficaz de alivio de la deuda para los países en desarrollo, incluidos los países de ingreso mediano, en situación de sobreendeudamiento.
Los acreedores deberían considerar mecanismos de reducción de la deuda como los canjes de deuda por proyectos de adaptación al clima.
Esas medidas podrían haber salvado vidas y medios de subsistencia en el Pakistán, país que no solo está agobiado por las inundaciones, sino también por la deuda.
Los criterios para conceder préstamos deben ir más allá del producto interno bruto e incluir todas las dimensiones de la vulnerabilidad que afectan a los países en desarrollo.
En tercer lugar, un aumento de la liquidez.
Insto al Fondo Monetario Internacional y a los grandes bancos centrales a ampliar de inmediato y de manera significativa sus servicios de liquidez y sus líneas de divisas.
Los derechos especiales de giro desempeñan un importante papel para que los países en desarrollo puedan invertir en la recuperación y en los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Pero se han distribuido según las cuotas existentes, que benefician a los que menos los necesitan. Llevamos 19 meses esperando la redistribución; las cantidades de las que oímos hablar son ínfimas.
Una nueva asignación de derechos especiales de giro debe gestionarse de una forma distinta, sobre la base de la justicia y la solidaridad con los países en desarrollo.
En cuarto lugar, pido a los gobiernos que potencien los fondos especializados, como Gavi, el Fondo Mundial y el Fondo Verde para el Clima.
Las economías del G20 deberían suscribir una ampliación de esos fondos como financiación adicional para los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Excelencias,
Permítanme que sea claro: el plan de estímulo para los Objetivos de Desarrollo Sostenible que estoy proponiendo es solo una medida provisional.
El sistema financiero mundial vigente fue creado por los países ricos para servir a sus intereses. Este sistema acentúa y consolida las desigualdades, y requiere una profunda reforma estructural.
En mi informe sobre Nuestra Agenda Común se propone un Nuevo Pacto Mundial para reequilibrar el poder y los recursos entre los países desarrollados y los países en desarrollo.
Los países africanos, en particular, están subrepresentados en las instituciones mundiales.
Espero que los Estados Miembros aprovechen la oportunidad de concretar estas ideas en soluciones en ámbitos como la Cumbre del Futuro que se celebrará en 2024.
Excelencias,
La divergencia entre los países desarrollados y los países en desarrollo, entre el Norte y el Sur, entre los privilegiados y el resto, se está volviendo más peligrosa cada día.
Está en la raíz de las tensiones geopolíticas y la falta de confianza que envenenan todas las esferas de cooperación mundial, ya sea en materia de vacunas, de sanciones o de comercio.
Pero, actuando de consuno, podemos hacer que prosperen frágiles brotes de esperanza.
La esperanza que mueve a los activistas a favor del clima y la paz de todo el mundo a pedir un cambio y exigir algo mejor a sus líderes.
La esperanza que mueve a los jóvenes a trabajar cada día por un futuro mejor y más pacífico.
La esperanza que mueve a las mujeres y las niñas del mundo a liderar y a luchar por aquellos a quienes se siguen negando sus derechos humanos básicos.
La esperanza que mueve a toda la sociedad civil a buscar vías para forjar comunidades y países más justos e igualitarios.
La esperanza que mueve al mundo científico y académico en su empeño por ganar la partida a las enfermedades mortales y acabar con la pandemia de COVID-19.
La esperanza que mueve a los héroes del personal humanitario en su afán de repartir asistencia vital por todo el mundo.
Las Naciones Unidas están con todos ellos.
Sabemos que los grandes ideales se tienen que hacer realidad en la vida de las personas.
Por lo tanto, busquemos soluciones comunes a los problemas comunes, sobre la base de la buena voluntad, la confianza y los derechos compartidos por todos los seres humanos.
Trabajemos como una unidad, como una coalición del mundo, como las naciones unidas.
Muchas gracias.”
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